El Faro de ses Coves Blanques, muy cerca del dique de Sant Antoni, fue inaugurado en 1897, tras reiteradas peticiones al Estado por parte del Ayuntamiento de Sant Antoni. Los marineros que transitaban por la bahía reclamaban más seguridad en la llegada a puerto, ya que la señal intermitente del faro del islote de sa Conillera era insuficiente y se habían producido diversos naufragios.
El proyecto fue redactado por el ingeniero Eusebio Estada, conocido por impulsar el ferrocarril en Mallorca. Costó poco más de 30.000 pesetas y se edificó en un paraje entonces desértico, ahora integrado en el centro urbano de Sant Antoni.
Comenzó emitiendo una luz roja fija, visible desde cinco millas. Para los fareros, ses Coves Blanques era un destino anhelado. Disponía de viviendas y un amplio patio con pozo, que aún se conserva. Por esta razón, fue catalogado como faro de descanso, con unos equipos fáciles de manejar, una torre de poca altura y un núcleo poblacional en las inmediaciones, con servicios sanitarios y religiosos. Por esta razón, solo accedían a esta plaza los mayores de 50 años, con algún impedimento físico que complicara su trabajo en los faros ordinarios.
En 1902, su luz pasó de roja a blanca, lo que provocó que, en 1914, vecinos y asociaciones locales pidieran que fuera sustituida. El pueblo fue creciendo y el faro se confundía con las luces de las casas, motivo por el que pasó a emitir de forma intermitente. En 1956 fue automatizado, aunque entonces ya se trabajaba en la obra del puerto, que acabaría poniendo fin a sus días. Se apagó en 1963, al entrar en funcionamiento la baliza que aún existe en el extremo del dique.
En 2006, la Autoridad Portuaria de Balears lo cedió al Ayuntamiento de Sant Antoni que, tras restaurarlo, lo abrió en 2010 como espacio socio-cultural y sala de exposiciones. Fue inaugurado sin la luminaria que corona la torre, que apareció poco después desmontada en el interior de un gallinero. En 2014 fue restaurada y reinstalada en el lugar que le corresponde.